Tal vez en mí
Tal vez me desorientó el no poder ver por la ventana del
colectivo o los pies de la gente, ya que me gustaba contar que tantas
zapatillas había de cada color. Eso hacía más corto el viaje, parecía hacer de
solo unos segundos todo el recorrido, aunque yo solo me conformaba con los
cincuenta centavos sobrantes de los setentaicinco centavos por persona que papá
había gastado en el viaje.
La bajada fue extraña, sin una palabra él bajo del colectivo,
supongo que era mi turno de hacer lo mismo, siguiendo sus pasos veloces hasta
el ruido irritante tan familiar de la plaza. Ese ruido que generaba mi padre
cuando me impulsaba en algunos juegos.Supongo que hoy me toca hacer el trabajo
a mí. Después de todo, en unos momentos pasadas las 10:20 A.M, tendré seis años.
Histérica mente me siguen gustando las hamacas, esas por las
que rogaba a gritos y pataleos en mis recurrentes rabietas dignas del malcriado
hijo del diablo, o como un gato cuando se lo levanta de una pata y luego se lo
deja caer una y otra vez en ida y vuelta como el columpio. Y cómo olvidar las
divertidas rabietas del ave al que se le sacude su jaula frenéticamente. Papá
dice que confundo las cosas.
Es una lástima el que en casa nunca me hayan dejado tener
mascotas, es lo que pasa cuando uno es un niño pues no lograba distinguir el
dolor físico del emocional ya que sólo poseo el dolor físico, creo que soy un
poco insensible.
Cuando me quise dar cuenta ya me encontraba en mi trance
hamacándome automáticamente, tensionando las cadenas en cada ascenso y aliviándolo
por unos segundos suspendidos en el aire antes de cada descenso. Del punto A al
C pasando por el B como si fuese una matemática.
Mi parte favorita era verlo a mi Pa, ahí sentadito en un
banquito de madera color celeste con finas terminaciones detalladas, algo raras
y poco comunes. Lo veía en cada instante en el que yo me encontraba suspendido
al final de mi empujón de pies con la mirada fija al frente dejándome llevar
por la simple mecánica.
De pronto, al sentir mis pies rasgar bruscamente la fina
arena, pude reaccionar. Deduje que no era mi plaza corriente, sino que dicha
familiaridad solo era sostenida por la ilusión de mi ya transitada hamaca y la
imagen de mi padre, al que ya no veía hace varios vistazos de reojo. ¿Será que
transitando sobre algún objeto movible el tiempo me vuela, y por eso lo perdí
de vista?
Freno, levanto mi mirada, levanto mi cuerpo y olvido levantar
mi temprana madurez ya que estoy envuelto en llanto. No por algo material al
igual que esa vez en la vidriera de esa lujosa juguetería, tal vez lloro por
tristeza, tal vez fue culpa tuya. Pero lo importante es que estoy quien sabe
dónde. Solo estoy seguro de que cuando me levanté de esta tabla olvidé mi
infancia. Tal vez fue culpa mía.